Page 143 - Libro LEI 2020
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Silencio de otoño
Íbamos remando en una mañana de otoño cuando en una curva del
rió, vemos un muelle lindo para hacer un descanso, algo me hizo
recordar a un cuadro que vi en una muestra, los colores naranjas,
ocres y terracotas de los cipreses calvos fundidos con el amarillo de los
fresnos de Canadá, con sus ramas sombreando de violetas los muelles,
en donde había varias sus canoas atadas, listas para partir cuando sea
menester; por eso decidimos parar en el muelle lindo y entonces un
simpático perrito nos vino a dar la bienvenida, alegre y juguetón, se
nos atravesaba mientras bajábamos la heladerita con la vianda y
el infaltable equipo de mate, previo a cerciorarnos que no haya nadie
en la casa, esa una costumbre de los remeros que cada vez se va
perdiendo más, en general nadie se toma el tiempo de apreciar la
naturaleza, solo reman sin parar ni mirar, apurados por cumplir con el
desafió de tardar menos cada vez en dar la vuelta, o hacer más
distancias en menos tiempo. Una vez instalados compartimos nuestro
almuerzo con el hambriento perrito, cachorro todavía y con sus
costillas a la vista, de quien sería nos preguntábamos, aunque
posiblemente no fuera de nadie, la vida de los perros de isla es muy
dura, nos decía siempre que veía un perro nuestro amigo Bruce, los
tienen para diversión y los abandonan ahí, y los pobres animalitos
reciben alegremente a quien se acerca a un muelle vacío sabiendo que
posiblemente sea la única comida que recibirán en días, ellos no saben
de fines de semana, solo aprendieron a actuar simpáticamente para
poder comer. Su mirada nos siguió fijamente cuando al rato nos
fuimos, inquietos de su destino y pensando que hacer, dudando si
llevarlo o dejarlo, nos fue acompañando por la orilla mientras no
alejábamos melancólicos, como ese otoño que no rodeaba con sus
colores y quietud. En esos pensamientos estábamos, apenas
intercambiábamos palabras entre nosotros, cuando un griterío nos
llamó la atención y vemos al perrito juntarse con otros cuzcos al
llamado de un isleño que los apuraba a volver entre gritos y
acompañando esto con unas patadas a un perro más rebelde que se
negaba a entrar. Nuestro regreso fue en el más absoluto silencio.
Liliana Fioriti
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