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               Fotos sin ti

               Desde esa tarde de lunes de final de viaje, la mujer de todas las
               edades está allí.
               La rompiente le habla, la arrulla. Ella espía un horizonte diáfano
               como la extensión de arena a su alrededor. Sonríe envuelta de
               aire salitroso. Estira el cuerpo arqueándolo. La cabeza gira tras
               los rayos que, con el viento leve, la alimentan. Frota los dedos
               festejando la rugosidad de la arena. Su voz grave canturrea rit-
               mos de todas sus épocas.
               Sin apuro, observa la brisa densa que dibuja huellas de espuma.
               Imita al viento en sus juegos. Escribe algo. Lo observa y ríe. Un
               secreto guardado solo para ella o uno de sus dibujos simples.
               El sombrero de ala ancha vuela. Al correrlo, su cabello caramelo
               flota libre del encierro. Entonces baila escuchando en la cara-
               cola los recuerdos de otros tiempos de mar y playa. Flotan, se
               deshacen y vuelven a comenzar.
               Va por un chapuzón. No, no. Más tarde. Quizás mañana. Envuel-
               ta en su pareo turquesa, levanta una copa chispeante y hace un
               guiño.
               Podría estar tarareando en los pinares que rodean las playas.
               Abraza un tronco. Le pide sabiduría. Paz. El viento silva en las
               agujas. Rayos del sol le aseguran que allí la esperan con el deli-
               cioso aroma a resina. ¿Estará rezando plegarias en papelitos es-
               parcidos por rincones? O tal vez  la encuentren juntando hongos
               y narrando sus anécdotas de viajes pasados.
               Lejos, muy lejos, el sillón y la lámpara de pie esperan. Libros
               sobre la mesa. La bandeja con su taza de té se extrañan de la
               tardanza. Todo es silencio quieto. Solo cambia el ángulo de la
               luz que entra por la ventana, que inexorablemente marca las
               horas, los días que se hacen años.
               Es que no lo saben.
               Ella se quedó en la playa.
                                                           Gabriela Garro

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